martes, 15 de julio de 2014

Los mágicos magiares (Aranycsapat)

En plena resaca del mundial de fútbol de Brasil de este 2014, con el merecido triunfo de la selección germana, conviene recordar cómo era el fútbol hace ya décadas, lejos de los aburridos, ultradefensivos y físicos partidos del fútbol actual. Sin ir más lejos, los tres últimos mundiales han terminado con 1-0 en la prórroga o a penaltis. Y para ello, no hay mejor ejemplo que el fútbol del equipo de oro (Aranycsapat en húngaro) con el que se denominó a la selección húngara de los años 50 y que revolucionó este deporte.

Y es que si bien hoy en día el fútbol húngaro no atraviesa su mejor momento, hace ya más de seis décadas coincidió en Hungría una de las mejores generaciones de futbolistas de la historia, algunos de los cuales son bien conocidos para cualquier aficionado: Puskás, Kocsis, Czibor, Bozsik o Hidegkúti, de la mano de su revolucionario entrenador Gusztáv Sebes. Ellos regalaron al mundo y especialmente a Hungría una época gloriosa de fútbol total y títulos.


Alineación titular del Aranycsapat.


El combinado nacional comenzó a hacer historia en los Juegos Olímpicos de Helsinki de 1952, donde el equipo llegó discretamente, sin hacer mucho ruido, ya que pese a que muchos de sus futbolistas eran figuras en su país, aún eran desconocidos en el exterior.

Hungría se clasificó para octavos, venció 3-0 a Italia, ganó 7-1 a Turquía en cuartos y derrotó a Suecia 6-0 en las semifinales. Pese a todo, el Secretario General de Partido Comunista Húngaro y mano derecha de Stalin Mátyás Rákosi, que gobernaba Hungría con mano de hierro, amenazó al entrenador, Sebes, con que la derrota no era una opción, y de ser así las consecuencias serían funestas.

Para no presionar más a sus jugadores, Sebes no les transmitió tan espeluznante mensaje. Hungría venció por 2-0 a Yugoslavia y se alzó con el título. La selección se dio un auténtico baño de masas en su viaje de vuelta en tren, con paradas por toda Europa donde eran aclamados por todos los fans de su espectacular fútbol de ataque, y por más de 100.000 personas que les esperaron en la estación de Keleti en Budapest.

Tras esto, sus partidos más memorables llegaron en forma de amistosos: humillaron a Inglaterra venciéndoles 3-6 en el mismísimo estadio de Wembley (donde nunca antes Inglaterra había sido derrotada) con 35 disparos a puerta de los húngaros por 5 del combinado inglés (Hungría ya ganaba 1-4 en el minuto 27 del partido), y venciéndoles por 7-1 en Budapest de nuevo. El denominado "fútbol total" de la escuadra húngara, donde todos atacaban y defendían con una velocidad pasmosa, y una ofensiva en forma de M con dos extremos y un delantero algo atrasado que desconcertaba a los centrales por su posición, no tenían rival. Eran tan buenos que apenas tenían posiciones fijas. Puskás resumió diciendo "cuando atacábamos, atacábamos todos. Cuando defendíamos, defendíamos todos".


En equipo que humilló a Inglaterra en Wembley.


En el mundial de Suiza de 1954, siguiente cita tras los Juegos Olímpicos, Hungría goleó a Alemania por 8-3, aplastó a Corea del Sur 9-0 y venció a Brasil en cuartos por 4-2 tras una batalla campal que enfrentó a aficionados, jugadores, técnicos y policía. En las semifinales, Hungría venció otra vez por 4-2 a la entonces vigente campeona Uruguay (que venía del anterior mundial de ganar la final a Brasil en el célebre maracanazo). A la final contra Alemania (contra la que ya se había enfrentado en la liguilla previa y ganado 8-3, como dije), Hungría llegó tras 33 partidos invicta. El equipo magiar se adelantó 2-0 (goles en los minutos 6 y 8), pero Alemania remontó hasta empatar en el minuto 18, y marcó el tercero en el 84. Puskás, renqueante de una lesión, marcó el gol del empate en el último suspiro, pero fue anulado y Alemania ganó su primer mundial.

Más tarde Hungría derrotaría históricamente a la URSS en Moscú por 0-1 en un estadio Lenin abarrotado por más de 100.000 personas. La selección de la URSS estaba invicta en su territorio hasta aquel día de 1956. Según muchos, fue una pequeña contribución para la posterior revolución.

En Noviembre de 1956 estalló la revolución húngara contra la política impuesta de la Unión Soviética, pillando a la mayoría de los jugadores de la selección húngara en la ciudad de Bilbao, ya que allí disputaban un partido de la Copa de Europa con su club, el Budapest Honvéd F.C. contra el Athletic de Bilbao. Los jugadores decidieron no volver a su país y disputar la vuelta en campo neutral. Debido a que muchos de ellos ostentaban cargos militares, por miedo al tribunal militar que les esperaba y que les acusaría de traición (algo penado incluso con la muerte), algunos jugadores no regresaron a Hungría.

Puskás ficharía por el Real Madrid en 1958, Kocsis y Czibor por el F.C. Barcelona, pero el equipo de oro, el Aranycsapat, desapareció al no regresar a tierras húngaras muchos de sus jugadores. Si bien es cierto que no consiguieron ganar ningún mundial, fueron toda una revolución para el mundo del fútbol. Entre 1950 y 1956 cosecharon 42 victorias, 7 empates y tan solo una derrota: la de la final del mundial contra Alemania.


Tren húngaro con decoración conmemorativa del Aranycsapat, el equipo de oro.

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